Adviento
Martes de la I Semana
Textos
Del libro del profeta Isaías (11, 1-10)
En aquel día brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz. Sobre él se posará el espíritu del Señor, espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de piedad y temor de Dios.
No juzgará por apariencias, ni sentenciará de oídas; defenderá con justicia al desamparado y con equidad dará sentencia al pobre; herirá al violento con el látigo de su boca, con el soplo de sus labios matará al impío.
Será la justicia su ceñidor, la fidelidad apretará su cintura.
Habitará el lobo con el cordero, la pantera se echará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos y un muchachito los apacentará. La vaca pastará con la osa y sus crías vivirán juntas. El león comerá paja con el buey.
El niño jugará sobre el agujero de la víbora; la creatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. No harán daño ni estrago por todo mi monte santo, porque así como las aguas colman el mar, así está lleno el país de la ciencia del Señor.
Aquel día la raíz de Jesé se alzará como bandera de los pueblos, la buscarán todas las naciones y será gloriosa su morada. Palabra de Dios.
+ Del evangelio según san Lucas (10, 21-24)
En aquella misma hora Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y exclamó: “¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien! Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.
Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: “Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron”. Palabra del Señor.
Voz: Marco Antonio Fernández Reyes
Fondo Musical: P. Martín Alejandro Arceo Álvarez
Mensaje[1]
En un escenario desolador, en una selva talada y algunos árboles tronchados, nace un «renuevo» , signo de vida y de bendición. El tronco del que brota es la familia davídica, probada por las tragedias de la historia y de la infidelidad del pecado. Pero Dios es fiel y recuerda la promesa hecha a David de establecer por siempre su trono. La alusión al «tronco de Jesé», padre de David, recuerda que Dios lleva a cabo sus maravillas no con el David poderoso, sino con el David pequeño, insignificante a los hombres, pero amado por Dios y elegido por él.
La promesa de Dios sintetiza en el don divino por excelencia: el Espíritu. El Espíritu que era el don de Dios a los jefes libertadores de Israel, a los jueces carismáticos, a los profetas y sacerdotes, a los sabios; aunque todavía no era un don pleno y estable. Sin embargo, según el oráculo presente, el Espíritu se concederá de modo pleno y estable al descendiente de David, a este renuevo del «tronco de Jesé»: «Sobre él reposará el Espíritu del Señor».
Jesús reconoce la verdad de su propia vocación de Hijo a través de la fe de los pequeños, es decir, de los que -aun siendo desfavorecidos según el parecer de los entendidos- han acogido con gratitud y humildad la predicación de los setenta y dos discípulos. Es una realidad que se descubre y celebra con la fuerza del Espíritu, el único que permite al hombre poder leer, en las situaciones más diversas, la voluntad de Dios.
Su grito de «júbilo en el Espíritu» permite intuir el tenor de los acontecimientos por los que se manifiesta la vocación filial de Jesús. Él, a pesar del fracaso de su propia misión y el éxito parcial de la de los discípulos, da gracias al Padre por sus designios insondables, que revelan el misterio del reino a los últimos, los humildes, y los oculta a los soberbios. Esta acción de gracias es reconocer la obra maravillosa de Dios, su acción que confunde la sabiduría humana.
El que viene posee el Espíritu del Señor, el mismo que Espíritu que derramó sobre sus discípulos cuando en la cruz «inclinando la cabeza entregó el Espíritu». Prepáranos al advenimiento de Jesús nos hace pedir a Dios que avive en nosotros el don de su Espíritu para «rebosar de júbilo» y agradecer los signos de esperanza que atisbamos en las situaciones difíciles de nuestra vida personal y comunitaria.
[1] G. Zevini – P.G. Cabra, Lectio divina para cada día del año. Vol. 1, p. 58-60.